La expectativa, sin embargo, está en trepar lo más cerca posible a las ediciones 51 y 52 donde la taquilla superó la barrera de los 160 mil espectadores. Falta mucho programa por recorrer y buenos números para acompañar esa meta: Chaqueño Palavecino y Los Palmeras este viernes; Soledad el sábado; Indio Rojas y Damas Gratis el domingo; sin contar la expectativa que hay con el lunes extra de Paulo Londra.
class="block-ad-node" style="box-sizing: inherit; text-align: center; color: #4a4a4a; font-family: Roboto, BlinkMacSystemFont, -apple-system, sans-serif; font-size: 18.0625px;">Donde también hay expectativas es en el campo de la jineteada sobre el que ya se avisó que se calculará sobre nueve noches y no sobre las diez tradicionales, habida cuenta de que la muerte del jinete Norberto Cossutta generó la suspensión del pasado martes.
Una larga espera
Musicalmente, la tarde arrancó con un par de números interesantes. El crédito local Chequelo Montagnino combinó folklore con cuarteto ante un auditorio que a las 19.30 ya era muy interesante.
En términos de aporte, siempre es bueno encontrar un virtuoso en algún instrumento. Y el hallazgo de esta edición fue la breve presentación de Germán Fratarcangelli (urgente nombre artístico), que con su acordeón hizo un repaso por clásicos del litoral. La velocidad de esos dedos hicieron recordar al "gordo" Roberto Di Filippo, bandoneón de culto admirado por Piazzolla.
Otro gratísimo momento lo aportó Horacio Banegas, ya en la trasmisión televisiva. Banegas debiera ser "honoris causa" de cualquier universidad por sus amplios conocimientos y contribuciones a la chacarera santiagueña. La versión híper eléctrica de El quenero se contó entre lo mejor de su media hora de actuación en el Martín Fierro.
23.22 fue la hora señalada para La Cantada y su puñado de canciones festivas que, encabezadas por el Baile de la llama, intentan engrosar el listado de clásicos festivaleros. El carnavalito Zapateo, zapateo de su última producción discográfica hizo bailar a las pobladas tribunas. Un rato antes de la medianoche, la organización informó que, además de colmado, habían pagado si entrada casi 15 mil personas. La previa del show principal estuvo a cargo de Los Trajinantes.
A sus pies rendido un gigante
A la 1.20 se produjo una estampida cuando abrieron las tranqueras para que el público pueda disfrutar del show de Abel Pintos desde el campo. El único blanco, a esa hora, se dió en parte de las plateas, donde se notó el impacto de la crisis económica. No estaban llenas y no era para menos: estar ahí costaba casi cuatro mil pesos.
La vigencia de Pintos podría explicarse no sólo por haber sido privilegiado con esa voz tan singular y que no mezquina nada sino porque construyó una relación muy humana con sus fans. Acepta sacarse fotos, firma autógrafos, abraza, saluda con amabilidad. Tiene don de gente y nada de divismo.
También podría explicarse su éxito por el desarrollo de un repertorio coherente con sus valores. Lo hizo desde que era un pibe y cantaba canciones de otros y lo sigue haciendo con sus propias composiciones. En Jesús María 2020 solamente tres temas de la lista no llevaban su firma.
En realidad, es difícil de explicar por qué un público decide abrazar con devoción a un artista y, tal vez, lo mejor sea abandonar ese intento. Pintos puso a Jesús María a sus pies y cada alarido estuvo justificado.
"No soy un músico tradicionalista y por eso agradezco mucho el espacio que me dan cada año en este festival", señaló en un momento para invitar a Sebastián Garay y hacer una despojada versión de La Flor Azul de Mario Arnedo Gallo, padre del bajista de Divididos, Diego Arnedo. Pegada a ésa, se despachó con su personal lectura de Cactus de Gustavo Cerati.
Del repertorio preparado para Jesús María, 24 temas más los bises, ninguno tuvo desperdicio y una elección arbitraria podría señalar que los momentos más altos estuvieron en canciones como Aquí te espero, Oncemil, Cien años (replicado todo el año por la novela Argentina, tierra de amor y venganza), Tu voz, o Sin principio ni final. La madrugada dejaría a Jesús María 2020 repleta de suspiros.